Por Augusto Álvarez
Sin lugar a dudas, Haití constituye una peligrosa pesadilla para República Dominicana.
Vive y pretende seguir viviendo a costilla de República Dominicana.
Y ahora se está aprovechando de los últimos errores cometido por el Gobierno dominicano, por el presidente Luis Abinader, para empantalonarse y hacer creer lo que en realidad no es.
Antes de que los historiadores, topógrafos y políticos entraran en acción, ahí encontraron al río Masacre, o río Dajabón, con líneas delimitadas por la naturaleza misma.
¿Cuál es el espacio que debe existir para los márgenes de Haití y República Dominicana?
Si existe confusión en el trazado natural, y la capacidad actuante de los investigadores está perdida en un limbo jurídico, entonces, el Congreso Nacional, como primer poder del Estado, está en el deber de asumir su rol.
Ahora no se trata de determinar quién fue primero, si la gallina o el huevo, sino de buscarle solución a un conflicto entre nuestro país y el vecino Haití, que siempre ha existido, pero que se ha incrementado por los errores del presidente Abinader, al tomar medidas aceleradas, tal vez, asesorado por enemigos sectarios de Haití.
Los alegatos jurídicos con Haití, en el plano internacional, y siendo el Tío Sam el árbitro, significa que nos ponchamos con las bases llenas y dos outs.
En el plano internacional, Haití nos ganó las primeras batallas.
Y por los errores del presidente Abinader, de disponer el cierre violento de las fronteras dominico-haitiana, para después tener que echar para atrás, sin que los haitianos se lo solicitaran, hace ver a República Dominicana ridícula ante quienes siempre han abogado por la fusión de la isla.
En un momento, sectores internacionales, que siempre han estado al lado de Haití, tal sin conocer, o no querer conocer la realidad, la historia dominicano-Haitiana, se pusieron al lado de los más débiles, cuando el gobierno dominicano, con Abinader a la cabeza, exhibieron una enorme cantidad de armas en la frontera que, incluso, hasta dominicanos llegaron a pensar, que entraríamos en guerra con el vecino país.
En un momento llegamos a creer que estamos en el Oriente Medio, y que los judíos dominicanos entrarían en territorios haitianos.
Pero, realmente, esa no era la intención del presidente Abinader, sino, mostrarle a los haitianos que teníamos armas para defendernos. Un gran error.
Ahora bien, el muro que nos divide con Haití, que todo el país veía con buenos ojos, que al principio fue diseñado de una forma, pero al final se construye de otra forma, es decir, que no es lo que nos pintaron, se está convirtiendo, y eso traerá graves consecuencias, en la manzana de la discordia.
¿Por qué?
No hay explicaciones lógicas, y las actuales autoridades que nos gobiernan deben, por lo menos esta vez, sincerizarse, y decirle al país, el por qué se dejó esa extensa franja de terrenos entre el muro y el territorio haitiano.
Terrenos que nos pertenecen, que están dentro del territorio dominicano, dentro de los límites fronterizos, a favor de nuestro país, y que los haitianos, para buscar llamar la atención, o incrementar la crisis entre ambas naciones, ahora dicen que son suyos.
Es un problema serio en el que nos han metidos los sabios que diseñaron el famoso muro, quienes ordenaron la construcción del muro y quienes manejan el conflicto dominico- haitiano (¿o se equivocaron los historiadores y topógrafos que trazaron la línea divisoria fronteriza?).
El Congreso Nacional, y nosotros no queremos verlo así, parece que desconoce que es el primer poder del Estado y debe tomar carta, inmediata, en ese conflicto, antes de que ocurra lo mismo que se está viviendo en Oriente Medio entre los judíos israelíes y los ¿terroristas? Palestinos, y que al final los niños, las mujeres y los envejecientes han sido las principales víctimas de los criminales de Israel.
En Haití no hay terroristas, como son identificados los palestinos que luchan en contra la ocupación ilegal de los israelíes en la Franja de Gaza, pero sí hay criminales, pandillas armadas que pueden hacer la vida imposible a dominicanos en las ciudades fronterizas, y que tienen cómplices dentro de República Dominicana, como es el caso del empresario judío-haitiano Gilbert Biggio, un elemento que fue sancionado por Canadá y Estados Unidos, por supuestamente suministrar armas a criminales haitianos, y hoy es protegido por autoridades dominicanas.
Esa realidad debe ser observada y analizada por “mercenarios” dominicanos, enemigos acérrimos de Haití, que hoy en día, se dice, estarían entre los asesores del mandatario dominicano.
Si mediante un tratado, en 1929, se establecieron los límites, conforme dice la Cancillería, los organismos internacionales no deben, ni pueden ignorar esa realidad.
Los vecinos haitianos tienen buenos dolientes en el plano internacional, y saben moverse, y mientras Kenia desembarca y frena a los pandilleros que gozan del apoyo de un segmentos del poder de Washington, el Gobierno dominicano no puede seguir tomando violentas decisiones, porque le dan fuerzas a quienes han pretendido, históricamente, fusionar la isla, algo que nunca sucederá.
El presidente dominicano estaría lleno de buenas intenciones, pero como dicen sus adversarios, parecería que no sabe gobernar y podría conducir a la nación a un peligroso berenjenal.