Supuestos policías con insignias de la DNCD lo despojaron de prendas y se llevaron 300 mil pesos de su casa
SABANA GRANDE DE BOYA, Monte Plata, R.D.
La inseguridad sigue apoderándose de República Dominicana, y no es cuestión de percepción, sino, una realidad que está llevando luto y dolor a muchos hogares dominicanos.
En los últimos seis años, incluyendo los tres del gobierno de Luis Abinader, las autoridades han sido incapaces de garantizar la seguridad ciudadana.
Por dondequiera, la gente se queja de los asaltos, robos violentos, despojos, de la criminalidad, la violencia y hasta secuestros.
Las autoridades, en cambio, tratan de ocultar la realidad de lo que realmente está sucediendo, alegando que se trata de una percepción de la ciudadanía.
En República Dominicana, ni dentro de su propia casa, la gente se siente segura.
Ahí está, como ejemplo, el caso de una adolescente en Santiago, la noche del sábado, que estando durmiendo en su cama, fue alcanzada por una bala perdida, que atravesó el zinc de su vivienda, y lamentablemente, la mató.
Y cada día, los hechos que ocurren en el país, confirman, aún más, esta tenebrosa realidad.
La noche del viernes, el pánico se apoderó de una familia, en Sabana Grande de Boya, provincia Monte Plata, población, donde ocurrió un extraño hecho delictivo, que fue narrado por un víctima.
"El Hijito" se salvó a chepa
A poco metros de su residencia, Silbio Salemack, conocido por sus compueblanos como “El Hijito”, fue víctima de una acción delictiva que, según narra, casi le cuesta la vida. Se salvó de milagro.
Eran alrededor de las 8:00 de la noche, “El Hijito” se encontraba “tirado” en su cama, viendo TV.
De pronto, un pinto llega a su casa a entregarle un carro, que le estaba haciendo algunas reparaciones. Lo recibe. Le paga, y unos 5 minutos, toma su carro, se monta y se dirige a un cajero.
De pronto, a unos cuantos metros de su casa, se percató de que otro carro lo estaba siguiendo.
En la calle, había dos “policías acostados” (reductores de velocidad). Pasó el primero sin problema y continuó transitando, pero en el segundo, el panorama cambió, pues el vehículo que lo perseguía, lo bloqueó y del mismo salieron cuatro hombres vestidos de policías, con insignias de la DNCD, y lo encañonaron.
“¿Qué es lo que está pasando?”, preguntó “El Hijito”, sorprendido por la actitud agresiva de los sujetos.
Habló con fuerza para llamar la atención, se abrieron varias puertas y ventanas, y uno de los elementos, comenzó a preguntarle: ¿Tú eres El Hijito…? ¿Tú eres El Hijito”?
Ahí comenzó el calvario de "El Hijito", pues fue abofeteado por dos de los cuatro individuos.
Dos de los elementos tomaron el control del carro de "El Hijito". Uno tomó el volante y el otro subió al asiento trasero, a su lado, pistola en mano. Lo llevaba encañonado.
El otro vehículo se quedó en el lugar. No lo siguió.
"El Hijito" y sus raptores emprendieron la marcha. De inmediato comenzaron a interrogarlo, preguntándole por su caja fuerte, su pistola y dónde tenía su dinero.
[“El Hijito”, Silbio Salemack, es comerciante, se dedica a rentar vehículos y, además, es prestamista. De acuerdo a fuentes de la Policía, está fichado por droga. Y en las fotografías, no se ven evidencia de torturas.]
En medio del interrogatorio, el supuesto policía, que parecía era el jefe de esa “patrulla”, lo acusó de ser un delincuente, de tener motores (motocicletas) robados, ilegales, advirtiéndole que sería llevado a la base y que tenían órdenes para hacerle un allanamiento.
Le hizo saber a los delincuentes (que en todo momento decían eran policías) que no tenía nada ilegal y que todas sus cosas (propiedades) estaban perfectas.
Uno de ellos les dijo que “usted va a saber por el camino”, y continuaron dándole golpes, e insistían en preguntarle dónde tenía su dinero.
Como “El Hijito” reiteraba que no tenía dinero, seguían dándole golpes, "amenazándome con cortarme los dedos".
Según cuenta "El Hijito", los forajidos tomaron ruta hacia la autovía de Samaná, y desde allí, se dirigieron en dirección hacia Santo Domingo.
Pero, los interrogatorios no cesaban, pues en todo momento insistían en preguntarle ¿dónde tenía su caja fuerte y el dinero?
Vio el mundo oscuro
Narra que tres o cuatro kilómetros más adelante, se detuvieron, se desviaron de la autopista y tomaron un camino, introduciéndose por unos matorrales.
Más adelante se detuvieron, agrega. “Yo vi el mundo oscuro”, dice.
Y agrega: “Pensé que me iban a matar, se me salieron las lágrimas y comencé a orar calladito”.
En ese momento, dice que uno de los sujetos le dio un pescozón en la cabeza, y el otro, un trompón, advirtiéndole que iba a saber lo que le ocurriría de no cantar, dónde estaba el dinero y la caja fuerte.

Así dejaron la habitación de Silvio…
La llave de su casa
Los tipos continuaron transitando por su abandonado y solitario camino y avanzaron unos 500 metros, monte adentro. Luego, volvieron a detenerse, continuaron golpeándolo, y según cuenta, en esta ocasión le preguntaban por la llave de su casa.
En ese momento, Silbio Salemack se dio cuenta de que los otros dos individuos se quedaron cerca de su casa.
Sonó el teléfono de uno de los bandidas. Hubo una conversación telefónica entre forajidos, e insistieron en preguntarle por la llave, por lo que él le explicó cómo se abría la puerta de su casa.
Agrega que escuchó cuando los individuos informaron que abrieron la puerta, que no encontraban el dinero.
En ese momento, uno de sus secuestradores le preguntó si tenía hermana, respondiendo que sí.
Lo tipo sacaron un bate del vehículo y un cuchillo, "amenazándome otra vez con cortarme los dedos, y en varias ocasiones manipularon una pistola, haciéndole creer que dispararían".
Minutos después, siguió con su narración, al lugar donde se encontraba llegó otro vehículo, con dos individuos a bordo, uno de ellos, era gordo.
De nuevo, dice, volvieron a golpearlo y a presionarlo. Pero, luego el otro que llegó al lugar, con el gordo, ordenó que no le pegaran más, y ambos se marcharon.
Siguió a merced de sus dos primeros verdugos, a quienes no podía ver sus rostros porque no le permitían levantar la cabeza y mirarlo de frente, aunque uno de ellos, dice, estaba encapuchado.
Cayó por un barranco
Luego de ese episodio, los sujetos volvieron a abordar el vehículo y penetraron más hacia el interior del monte, hasta llegar a una loma, donde se detuvieron y lo bajaron del carro.
Allí, narra, pensó que lo iban a matar, porque uno de ellos habló de ejecutarlo, lo mandaron a caminar y tras dar varios pasos, resbaló y cayó por una barranca, donde cayó a un charco de agua, y aprovechó para quedarse oculto.
Dijo que con sus dientes, logró quitarse cuatro tairas, que fueron utilizados por sus verdugos como esposas para amarrarle las manos.
Señaló que cuando logró salir del monte, llegó hasta la pista, desde donde tuvo que caminar toda la noche hasta su casa, alrededor de las 6:00 de la mañana, hora del sábado.
Durante su asalto-secuestro fue despojado de una cadena, un guillo, un reloj, un anillo, un par de aretes y más de 11 mil pesos.
Los forajidos se llevaron de su casa unos 300 mil pesos.
Dijo, además, que tiene tres carros de renta y no encuentra las matrículas de los mismos.
Los sujetos, en busca de dinero, dejaron su casa revoloteada.